¿Cómo trabajas el romanticismo en tu novela romántica?

En esta primera entrada del año, me gustaría hablarte sobre cómo tratar el romanticismo en la novela romántica actual, de mi visión del romanticismo y cómo lo trabajo en mis novelas.

Cuando hablo de romanticismo dentro del contexto de novela romántica, no me refiero al movimiento cultural, sino al amor romántico que forma parte de las relaciones naturales entre dos personas.

Hasta la explosión del movimiento feminista en la sociedad, las mujeres en general solíamos tener una imagen idealizada del amor y de las relaciones de pareja, en parte debido a películas edulcoradas de Disney o a la literatura de género de los setenta y ochenta que las mujeres de mi generación leíamos en nuestra adolescencia, y en las que el objetivo principal del personaje femenino era casarse y, además, cualquier cosa era perdonada o justificada por amor.

Afortunadamente, eso ya no es así.

El romanticismo de las novelas románticas de hoy en día hay que trabajarlo desde un punto de vista feminista, porque las mujeres ya no queremos ser salvadas ni necesitamos el amor romántico para sentirnos realizadas.

Somos libres para decidir dónde, cómo, cuándo y con quién. La libertad sexual, trabajos con más competencias, corresponsabilidad, conciliación familiar o maternidad son asuntos que a todas nos tocan de un modo u otro.

¿Qué tiene que ver el feminismo con el romanticismo?

Es posible que te preguntes qué tiene que ver esto con el romanticismo, pero tiene mucho que ver porque el romanticismo de ahora es apoyo y comprensión, no es comprar un ramo de flores o una caja de bombones.

Es cogerse de la mano cuando te van a dar una mala noticia, compartir una sonrisa, hablar libremente de tus preocupaciones sin sentirte juzgada, humillada o menospreciada, que tu pareja se lleve a los niños al parque para darte una hora de paz y tranquilidad…

Estos detalles introducidos sutilmente a lo largo de la narración son los que dan cuerpo a la atmósfera romántica de una novela y, como ves, no tiene nada que ver con el erotismo ni con la ñoñería.

Tampoco tiene nada que ver con los puntos que te voy a desarrollar a continuación.

En novela romántica, todavía es habitual encontrarnos situaciones y actitudes que no tienen nada que ver con el romanticismo y que están muy relacionadas con la cultura patriarcal y el papel de la mujer dentro de ella.

Yo soy de la opinión que las escritoras no debemos autocensurarnos con ciertos temas porque, a fin de cuentas, la novela romántica es literatura de ficción y entretenimiento; sin embargo, sí creo que hay que tener cuidado en no mostrar actitudes tóxicas o machistas como románticas.

¿Qué puede considerarse romanticismo hoy en día y qué no?

  • La violencia sin paliativos, por supuesto. Puede que no te lo creas, pero todavía corrijo novelas donde se justifica la violación. Eso, para mí, es intolerable en cualquier contexto. No importa si el personaje estaba borracho, drogado o loco de deseo, una escena de violencia machista del tipo que sea no debe romantizarse de ninguna manera.
  • Ciertas actitudes machistas que podían parecernos normales hace veinte años pero que ahora nos resultarían chocantes como, por ejemplo, la pérdida de la individualidad. Me viene a la cabeza un diálogo de la novela Forastera, de Diana Gabaldon, entre Jamie y Clare cuando ella le habla de su época. Él dice algo así como que debe ser una época muy triste si las mujeres no necesitan a un hombre que cuide de ellas. Que un personaje hiciera esa afirmación en un contexto actual sería intolerable porque las mujeres saben perfectamente cuidar de sí mismas. Esto me lleva al siguiente punto.
  • Hay que tener muy en cuenta el contexto histórico en el que se desarrolla la acción. No es lo mismo ambientar una novela romántica ahora que en el siglo XVIII, donde los parámetros culturales y sociológicos distaban mucho de la actualidad. De hecho, quedaría muy forzado un personaje masculino con ideas modernas y feministas en la corte de la reina Isabel, por poner un ejemplo.
  • Otro aspecto alejado del romanticismo es la sumisión o la complacencia. El amor no lo aguanta todo; no aguanta la pérdida de la confianza, no aguanta el desprecio, la incomprensión, la falta de corresponsabilidad… Cuando no hay respeto, es imposible que haya romanticismo.
  • El amor a veces no es suficiente. Si tus personajes tienen objetivos vitales diferentes u opuestos, por mucho que se quieran será muy difícil que tengan un final feliz. Recuérdalo cuando desarrolles los conflictos de tu novela.
  • El amor por sí solo no realiza. Cuando ayudo a otras escritoras en la planificación y escritura de sus novelas, muchas veces escriben en la ficha de personajes que el objetivo vital de los protagonistas es encontrar el amor. Pero encontrar el amor no puede ser un objetivo vital porque la felicidad no debe depender de otra persona, sino de uno mismo.
  • Sufrir por amor. Seguro que has oído millones de veces la frase de «el amor duele» o algo similar. Si hace daño, no es amor, puede ser enamoramiento, atracción, pero esos sentimientos no tienen por qué ir acompañados de romanticismo.

Cómo trabajar el romanticismo en novela romántica

Una vez visto qué se puede considerar romántico y qué no, voy a hablarte un poco de cómo trabajarlo en novela romántica.

Antes te he hablado de la atmósfera romántica que debe respirarse en una novela de este género. Con atmósfera me refiero a las sensaciones y emociones que desprende la historia que estás escribiendo o has escrito.

Se compone por el tono y el ritmo y, según cómo los utilices, conseguirás que las lectoras perciban la historia de una determinada manera.

El ritmo es la sensación de rapidez o lentitud; el tono, la emoción que el narrador imprime a la narración. En una novela erótica, el tono será seductor y sutil; en la comedia romántica, alegre y divertido; y en novela feelgood, primará la dulzura y el romanticismo.

Para darle forma a la atmósfera, usamos las descripciones con los aspectos subjetivos y emocionales que sienten los personajes; debemos conseguir que las lectoras perciban la novela con los cinco sentidos, es decir, a qué huele, qué se ve, qué se siente, qué se oye o a qué sabe.

Para desarrollar escenas llenas de romanticismo también es buena idea conocer a la perfección a los personajes: qué les gusta y los hace felices. Y plasmarlo en el papel a través de lo que dicen, lo que hacen, lo que sienten y lo que piensan.

Su forma de hablar, de actuar, sus valores, sus reacciones, sus pasiones, odios y deseos, su comportamiento e interacción con los demás, cómo superan los conflictos a los que deben enfrentarse… Todo es un conglomerado indivisible que proyecta una imagen en las lectoras, que, de este modo, podrán visualizarlo y entenderlo.

Para que toda esta teoría no te resulte demasiado liosa, te propongo un ejercicio práctico.

Piensa en dos personajes adultos y colócalos en un escenario neutral. Un parque, una playa, un restaurante…

Ahora haz una pequeña lista de cuál puede ser su relación: amigos, expareja que se odia, expareja que todavía se quiere, dos personas que se están conociendo o que se están dando una segunda oportunidad…

Por último, escribe una pequeña escena para cada una de esas posibilidades subiendo el grado de romanticismo añadiendo los detalles necesarios y siempre teniendo en cuenta la relación que tienen los dos personajes. Es decir, si solo son amigos, se alegrarán de verse, pero nada más. Si sienten algo el uno por el otro, puede haber cierta timidez o grado de tensión sexual.

Algunas lecturas recomendadas

Para terminar, quiero dejarte algunas lecturas recomendadas de novelas feelgood porque creo que son en las que mejor se refleja esa atmósfera y ese romanticismo bonito, dulce y delicado que tiene que ver más con el amor que con el erotismo, más presente en la novela romántica.

La primera es El noviembre de Kate, de Mónica Gutiérrez Artero. Es mi preferida de la autora y durante toda la novela no deja de respirarse la ternura especial que desprende la protagonista femenina.

La segunda es El café de los corazones solitarios, de Milly Johnson. Una historia coral con pequeñas historias muy románticas con una cafetería como hilo conductor.

Y la tercera es La Casa de los Principios, de Ana González Duque, que aunque es la menos romántica de las que te propongo, es un buen ejemplo para mostrar cómo la ambientación y los paisajes pueden jugar un papel importante en la construcción de la atmósfera romántica en una novela.

Si, además, tienes curiosidad por saber cómo trato yo el romanticismo en mis novelas, te invito a leer Volver a empezar, una historia de renuncias y segundas oportunidades con el empoderamiento femenino como tema subyacente.

Y, por supuesto, si necesitas ayuda para escribir tu novela, no dudes en escribirme, estaré encantada de charlar contigo.

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