Siempre me cuesta mucho trabajo ponerle cara a mis protagonistas, me los imagino a grandes rasgos, por eso encontrar un personaje que se adecúe a mis expectativas es un rollo. Sin embargo, supe que Teddy Sears era el alter ego de Logan en cuanto lo vi, quizá porque su mirada puede ser atormentada, obsesionada o dulce según las circunstancias.
Logan es un hombre lleno de contradicciones, es fuerte y frágil a la vez, consciente de las decisiones equivocadas que ha tomado pero incapaz de solucionarlas. Vive atormentado por su pasado, por un sentimiento de culpabilidad tan potente que ha marcado su vida durante demasiado tiempo. La verdad es que de todos los personajes masculinos que he escrito, Logan es mi preferido.
En mis novelas siempre hay un trasfondo de positivismo, de «coge la vida por los cuernos y sé feliz», aunque reconozco que en esta ocasión le pongo las cosas muy difíciles a Logan. Pierde sus sueños en los mejores años de su juventud y de repente se ve totalmente desorientado, perdido y solo, atrapado en una espiral de oscuridad de la que no sabe -ni quiere- escapar. Tiene miedo, aunque es demasiado cobarde para reconocerlo, y por eso vuelca su odio en una venganza que sabe que es injusta.
Nada le hace feliz, vive sin importarle a quién deja atrás ni el sufrimiento que ocasiona; tiene un objetivo muy claro y está dispuesto a hacer lo que sea para conseguirlo, aunque tenga que vender su alma… Hasta que se cruza con la persona más genuina, optimista y vital que ha conocido nunca.
Toda su visión de la vida, todos sus planes, se van desmoronando como un castillo de naipes y las dudas entre lo correcto y lo que cree que debe hacer van abriendo una brecha dentro de él que termina rompiéndolo en mil pedazos.
Solo la luz de Ally es capaz de recomponerlo poco a poco, pero el amor no siempre es suficiente.
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¡¡Que nadie lo toque, es míoooooooooooooooo!!!
Jajaja, noooooooo, si acaso te lo presto un rato 😛