¿Qué es lo primero que os viene a la mente cuándo escucháis la palabra escritor?
Un hombre, of course, sentado frente a una máquina de escribir, junto a una pequeña montaña de folios al lado de un cenicero lleno de colillas. Es joven, soñador, idealista, defensor de la justicia y enamoradizo. Como Christian en Moulin Rouge. La connotación romántica viene de serie.
En Nacida del hielo (volumen 3 de la serie Hermanas Concannon de Nora Roberts), el protagonista masculino es escritor y maleta en mano viaja por el mundo hasta los lugares dónde ambienta sus novelas (lo de que tenga un agente y adapten sus obras para la gran pantalla es otra cuestión). ¿Quién no ha soñado con algo así? La verdad es que cuando pienso en ello me viene a la cabeza la imagen de Fernando Gamboa tumbado en una hamaca con vistas a la playa.
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Fernando Gamboa es un escritor de best sellers autopublicado |
Reconozco que su biografía da un poco de envidia: «En la actualidad, Fernando Gamboa emplea su tiempo en viajar por el mundo en busca de nuevas historias y escenarios, así como en escribir nuevos libros de aventuras para los más de 200.000 lectores en todo el mundo que aún siguen queriendo más».
Luego pienso que ese tipo de vida no es para mí; primero, porque tengo dos niños pequeños y, segundo, porque no hay lugar en el que esté más a gusto que en mi casa. Hoy día mr. Google te acerca a cualquier rincón del mundo en segundos y la experiencia te la da la propia vida, no hay que irse lejos para sentir odio, amor, frustración, pasión o miedo. El día a día puede llegar a ser terrorífico o inolvidable.
La tecnología también ha hecho que los escritores salgamos del cascarón. Ya no se estila eso de quedarse en casa y esperar a que los lectores llamen a tu puerta, hay que salir a buscarlos, algo nada fácil cuando todo el mundo escribe y debemos nadar entre cientos de títulos para destacar, sobre todo en romántica. Además, cada vez se lee menos y, para más inri, hay que competir con otros entretenimientos más visuales y dinámicos, de consumo fácil y rápido.
En este mundo frenético dónde parece que está mal visto aburrirse y todo va a velocidad de vértigo, hacerse un hueco como escritor es muy difícil. Porque el oficio de escritor no consiste solo en escribir por mucho que nos fastidie. La mayoría tiene otro trabajo que le da de comer así que su pasión no es tanto un trabajo como una afición, por lo que el hábito de escribir se convierte en una sucesión de hurtos al tiempo: al tiempo de tu descanso, de tus hijos, de tu pareja, de tus amigos… Si eres mujer, más todavía porque la familia cae en nosotras con todo su peso (para algunos hombres la corresponsabilidad solo es un palabro extraño). Y eso termina quemando. Mucho. Tanto que escritores de renombre como J. de la Rosa terminan mandándolo todo a tomar por culo de la manera más elegante. Si bien es cierto que Pepe puede permitírselo, puesto que es una autoridad dentro del género y tiene una marca personal fuerte y distintiva.
A mí también me gustaría solo escribir durante todas esas horas que tengo disponibles; olvidarme de las redes, de qué voy a compartir cómo y cuándo, de qué voy a hablar en la próxima entrada del blog, no quebrarme la cabeza pensando qué puedo aportar de valor a mis suscriptores y perder un tiempo precioso que no tengo en diseñarlo (la agenda del año que viene para mamás escritoras va a quedar chulísima, por cierto). En definitiva, escribir, escribir y escribir. Pero si yo no hago todas esas cosas me vuelvo invisible y tendría que pagar a alguien para que lo hiciera por mí, pero como todavía no puedo decir que gano un sueldo con mi trabajo, tampoco podría pagarlo. Así que vuelta al principio, ¿no?
Mi vida ideal como escritora de romántica sería esa: que alguien se ocupara de las tareas de mi casa y otra de las relaciones sociales virtuales para yo solo dedicarme a dejar volar los sentimientos y plasmarlos en el papel. Si de camino tengo un sueldo y una cola tan enorme como la de la Esteban en la feria del libro, ya sería la leche.
Escritoras, ¿cuál sería vuestra vida ideal?
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Me gusta la vida que llevo y me conformo con lo que tengo que es mucho: escribo porque me encanta contarme historias a mi gusto y nadie me conoce mejor que yo 😉 es genial cuando un lector me encuentra y descubrimos que somos afines y nos gustan las mismas cosas. Me encantaría que este vicio mío de juntar letras me diese dinero, la esperanza me dice que siga escribiendo y algún día me pasará como a Cenicienta, pero si no, al menos vivo lo que escribo y eso me hace inmensamente felizy me da igual que no me paguen por ello, yo pagaría por seguir escribiendo (y lo hago con las horas de sueño supongo). Hace poco se lo he dicho a una amiga: todo el mundo escribe, poca gente lee y muchos menos compran 😉
un abrazo muy fuerte y mucha suerte, amiga <3
Supongo que vivir de esto con cierta holgura es el sueño de todos. A nadie le amarga una playa y una hamaca, además de una cuenta bancaria saneada ;). La realidad es más complicada, mucha competencia, modas cambiantes, las responsabilidades del día a día… Creo que Mara tiene razón: es mejor escribir por gusto y por necesidad vital. Si luego da dinero, bienvenido sea. Por ahora me conformo con arañar horas al día y seguir llenando hojas. El resto ya se verá.
Un saludo y ánimo con tus proyectos.
Todo depende del objetivo que nos marquemos. Mientras no se pierda la felicidad y la ilusión, todo lo demás llega solo.
"Todo el mundo escribe, poca gente lee y muchos menos compran" es un frase para enmarcarla!!!
Un beso enorme, preciosa.
Gracias por comentar, Oliver! Como le he dicho a Mara, todo depende de nuestros objetivos. Yo es que he llegado a un punto en el que no tengo suficiente, quiero más y trabajo mucho para conseguirlo. Que llegue o no algún día, ya se verá. Eso sí, sin dejar de escribir, eso nunca 😛
Un abrazo!
Imagino emprender a través de la escritura. Pasar horas en casa o bien lugares tranquilos escribiendo. Y claro publicar, viajar presentando mis libros y escribiendo más. Sería perfecto 😀
Hola, Gloria! Lo malo de pasar horas en casas es que al final terminas procrastinando sin remedio 😛
¡Cuánta razón! Cuántas veces me habré imaginado con todo el día por delante para escribir. No hace mucho me quedé sin trabajo y en lugar de ponerme a escribir como una posesa sentía que se me caía la casa encima. He encontrado un trabajo, que puedo hacer desde casa, y ya no me siento tan atrapada 😀
Es que cambiar de empleo de la noche a la mañana es un shock y cuesta asimilarlo. Ahora lo difícil será que tu entorno respete tu espacio y que comprenda que aunque estés en casa, estás trabajando. Mucho ánimo!!!