El otro día en el grupo de Facebook administrado por Ana González Duque, El escritor emprendedor, se originó una conversación de lo más interesante e instructiva alrededor de los correctores, de nuestras tarifas y del trabajo invisible que hacemos.
La verdad es que parece que la figura del corrector es como la del coco, ese ser intangible que se cuela debajo de las camas de los niños por la noche. Y no sé por qué, ¡la mayoría somos bastantes majos y cercanos! Más de uno se sintió inspirado para escribir artículos en sus blogs hablando de esto y yo también. Es curioso comprobar cómo la gente ignora el funcionamiento de los correctores y de su importancia.
Las editoriales, cada vez con más frecuencia, prescinden de la figura del corrector -se presupone que para ahorrar gastos- con la consiguiente pérdida de calidad en los manuscritos. Yo soy escritora y también correctora, pero por muy bien que corrija mis propios trabajos siempre voy a tener fallos, no en vano siempre se ha dicho que cuatro ojos ven más que dos. Por eso nunca entenderé que la corrección sea lo que la mayoría de las veces se sacrifica en la edición de una novela romántica.
Es imposible que un manuscrito esté perfecto al cien por cien. Al fin y al cabo, los correctores somos humanos y cometemos errores, pero de lo que se trata es que el número de errores gramaticales y de estilo sean los mínimos. En la actualidad, los escritores de novela romántica se toman más en serio estos aspectos y se preocupan por aprender y contratar a profesionales que cubran sus carencias, pero son una minoría. Desgraciadamente, son muchos los que consideran que la novela romántica es un género menor y que con escribir una relación tóxica con cuarenta escenas sexuales y un final feliz ya lo tienen todo hecho. Este desinterés es lo que provoca que nuestro género no termine de salir del fango.
A veces olvidamos que los libros son productos y como tales no solo debería importarnos si la historia es buena o no, sino también la forma en la que está presentada. Me refiero a la estructura, corrección gramatical y de estilo, una maquetación que facilite la lectura y una cubierta (que no portada, la portada es otra cosa) llamativa y atractiva.
A muy pocos escritores les duele desembolsar los cincuenta euros que suele costar de media una portada porque son conscientes de que es lo primero que va a llamar la atención de los lectores, pero se despreocupan de que el interior esté acorde con la calidad mínima que se espera de una obra literaria. Siempre se ha dicho que leer culturiza y educa, pero con libros repletos de faltas de ortografía y de frases mal construidas, lo que estamos haciendo es justo lo contrario.
Las tarifas de los correctores suelen ser muy dispares, todo influye a la hora de dar un presupuesto: no es lo mismo corregir un manuscrito llenos de errores que uno mejor revisado y escrito. Se tiene el concepto erróneo de que los correctores tenemos la obligación de reescribir o de mejorar un texto, pero no es así. Nuestro trabajo es pulir, por eso si la novela está muy mal escrita, por mucho que los correctores hagamos bien nuestro trabajo, no se va a notar.
Nunca se hacen demasiadas revisiones de un texto, tenlo siempre presente.
Te dejo unos consejillos para elegir un corrector para tu novela:
Te dejo unos consejillos para elegir un corrector para tu novela:
- Una corrección profesional lleva dos lecturas como mínimo: una para revisar la ortografía y otra para pulir el estilo, lo que conlleva días y semanas de tiempo. Y eso hay que pagarlo. Así que, por favor, cuando pidas un presupuesto a un corrector, no regatees, tal y como está la situación, te aseguro que el precio que te den es el más ajustado posible.
- Tampoco tengas miedo de pedir una prueba gratuita, es tu forma de comprobar la calidad del corrector y de que el corrector sepa a qué va a enfrentarse y así calcular un tiempo aproximado de entrega.
- Busca correctores dentro de tu género. Hay quien acepta todo tipo de manuscritos, pero no es lo aconsejable. Yo me he especializado en novela romántica porque es lo que escribo y mayoritariamente leo; para mí siempre será más fácil captar el abuso de clichés, de frases frecuentes, etc., que alguien que corrija fantasía, por ejemplo.
- Asegúrate de que la persona con la que vas a trabajar es un profesional y que sabe lo que hace. Pide referencias. Ten en cuenta que es tu dinero el que vas a invertir y que, aunque no quedes satisfecho con el trabajo que hagan con tu novela, no se devuelve.
Si tienes un manuscrito a punto de acabar y quieres más información, estaré encantada de responder a todas tus dudas.