El NaNoWriMo es un evento anual para escritores que se celebra cada noviembre y que consiste en escribir 50 000 palabras en un mes. Para ello hay un objetivo diario de palabras, recompensas y el apoyo de una comunidad de cientos de miles de escritores en todo el mundo. Para alcanzar el objetivo es muy importante escribir en bruto, es decir, vomitar el texto sin corregirlo ni editarlo, terminar un borrador, no una novela.
Sabía que este reto me iba a resultar muy complicado porque soy muy lenta escribiendo y soy incapaz de trabajar de esa forma. Mi instinto me lleva siempre a releer y a cambiar una frase hasta que no estoy satisfecha. Los expertos dicen que ese no es el procedimiento adecuado, pero, con todos mis respetos, cada uno sabe lo que le sirve y lo que no y en el proceso de escribir no hay una ley universal; lo que es bueno para ti, puede no serlo para mí.
El caso es que había retrasado la entrada de este mes para poder contarte mi experiencia en este evento, el primero al que me apunto en serio. El año pasado lo intenté de boquilla y me fue bastante mal, pero este quería coger rutina y recuperar las ganas perdidas independientemente del número de palabras diarias que consiguiera escribir.
No he cumplido el objetivo de palabras, en este momento, proyecto Alaska lleva 23 000, la mitad del reto, pero participar me ha ayudado a establecer una rutina diaria, a averiguar cuál es mi mejor horario y a implementar un método de trabajo que hasta ahora no había usado.
A lo largo de este mes he escrito en diferentes horarios: a primera hora de la mañana, a última, después de comer o de volver de las extraescolares, o por la noche. He descubierto que después de dejar a los peques en el cole es cuando más energía tengo y las ideas fluyen mejor, al contrario que en otros ratos, en los que el cansancio o el estrés acumulado me deja abotargada. Escribo una hora seguida antes de hacer el resto de tareas que tengo pendientes y consigo una media de 700 palabras. Sé que no parece mucho, pero para mí es un logro importante, porque cuando pierdes la ilusión y las ganas, retomar la costumbre de escribir es muy difícil.
Lo intenté con la historia de Colin, que llevo arrastrando años, incluso diseñé su cubierta y la enseñé en mi página de Facebook para animarme a mí misma a cumplir con mis lectoras y publicarla en plazo, pero tengo una relación complicada con esta novela porque se sale de lo que me gusta escribir. De vez en cuando hay que salir de tu zona de confort, lo sé, y quiero probarme a mí misma que soy capaz de hacerlo, pero cuando recupere mi confianza, que no es muy estable.
Obligarme a terminar la novela porque sí tuvo un efecto contraproducente y entré en el mayor bloqueo que he tenido nunca como escritora, por eso decidí seguir uno de los consejos del podcast de El escritor emprendedor y cambiar radicalmente de tercio. Así, empecé proyecto Alaska con una ilusión desbordante y me apunté al NaNoWriMo con el ánimo de escribir un poquito cada día y no dejar que la desidia y la desilusión me obligaran a abandonarla también. Y ha funcionado, es una novela que me apetecía muchísimo escribir, el proceso de documentación ha sido muy divertido y la escritura está siendo emocionante porque Kate es una de mis protagonistas más fuertes y redondas.
No todos afrontamos estos eventos de la misma forma y con los mismos objetivos. Para mí, ha sido un éxito porque he conseguido lo que me propuse, aunque no haya terminado el borrador. No creo que fueran objetivos banales: saber tu mejor horario y bloquear ese rato en tu agenda es el primer paso para establecer una rutina eficaz.
¿Conocías el NaNoWriMo? ¿Has participado alguna vez, con qué resultado?
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