No me canso de decir que escribir novela romántica de forma profesional no es fácil. Bien lo saben las escritoras con las que trabajo en mi programa de mentorización. El éxito fulgurante de algunas compañeras que han conseguido vivir de lo que escriben puede cegarnos y la realidad es que el camino está lleno de obstáculos.
Hay una concepción muy romantizada de lo que significa ser escritora que no sé de dónde nace. No pasamos el tiempo viajando ni paseando, ni inspirándonos con historias ajenas. De hecho, la mayoría sufrimos de dolor de espalda, hemos perdido visión y nos falta vitamina D.
Dedicarse a la escritura requiere trabajo.
Cuando empiezas a escarbar en todo lo que necesitas aprender y manejar para convertir la escritura en tu profesión, es muy fácil perder el foco. Más si no sabes qué puede funcionar para ti o estás tan perdida que picoteas de todas partes. Sin objetivo. Sin estrategia. Sin saber por qué lo haces.
Lo sé bien porque a veces me he sentido como una bola de pinball, haciendo esto y aquello, simplemente, porque se suponía que debía hacerlo.
Al final son tantas cosas que entras en un bucle de cansancio y frustración perpetua que te roba toda la energía.
Yo he estado inmersa en esa espiral mucho tiempo. Porque es cierto que a base de trabajo y esfuerzo se consiguen cosas, pero a costa de perder calidad de vida y no descansar.
Es fácil entrar en ese bucle porque quieres conseguir el éxito que tienen las demás. Quieres ganar dinero con tus novelas, firmar centenares de ejemplares en la feria del libro y que Jordi Évole te haga un documental.
Y lo entiendo, claro que sí. Es el sueño de todas.
El problema surge cuando lo quieres ya.
Vivimos en una época extraña, no sé si mejor o peor, en la que estamos rodeadas de sobreestímulos y lo inmediato supera con creces lo mejor.
No nos paramos a reflexionar ni meditar por qué hacemos las cosas, si hay otras formas de actuar u otros caminos que recorrer.
El ruido nos ensordece y nos arrastra. Un ruido que te asfixia, te ciega, te obliga a ir por caminos que no quieres recorrer o, al menos, no cómo quieres.
Empecé publicando en 2014 y tengo una mente inquieta que me ha llevado a estudiar de todo, no solo lo concerniente a mi trabajo, sino también aspectos relacionados con los negocios digitales, marketing, etc.
Todo ese conocimiento y experiencia me ha dado una claridad que no tenía cuando empecé y múltiples formas diferentes de hacer las cosas.
Yo era del grupo del «picoteo», probarlo todo aunque la mayoría de las veces no me sintiera cómoda haciendo ciertas cosas, como los directos de Instagram, por ejemplo.
Todos los martes a la misma hora, como si fuera una extraescolar más, por Dios. Máxime cuando después tenía que aguantar comentarios del tipo «qué mala cara tenías en el directo del otro día». Como si encima tuviera que ir maquillada, peinada o vestida para un programa de la tele. Era lo que me faltaba para alimentar a mi ya abultada amiga, la impostora: «Estás haciendo el ridículo», «hazle caso a tu madre y no te expongas de esta manera», «no sabes hablar en público», etc.
En ningún momento me pregunté por qué estaba haciendo directos, ni por qué enviaba newsletter, ni por qué empezaba un pódcast cuando mi agenda no soportaba ni una sola tarea más.
La respuesta simple es que buscaba más visibilidad —y todavía la quiero, que conste—, pero sin reflexionar de verdad dentro de mí si quería buscarla de esa manera o me habían dicho que debía hacerlo así.
Los expertos te dicen que tienes que hacer vídeos y directos, pues allá vas tú. Meterte a bailar en Tik Tok, pues también. Que los pódcasts lo están petando, allí también quieres meter un pie. Y lo único que consigues es perder el foco.
Una de las mejores cosas que hice a primeros de año fue apuntarme a un taller de la maravillosa Pilar N. Colorado sobre escritura emocional, que me enseñó a buscar esas respuestas dentro de mí. Si te interesa el tema, te invito a leer su libro, Escribir desde las entrañas.
Y lo remató Mónica de los Ríos con su programa Tu empresa en equilibrio, que me ha ayudado muchísimo a encontrar silencio dentro del ruido y me ha servido de inspiración para idear Escritora en Armonía.
No es un curso ni una formación, ni nada similar. Es solo un brote, una idea, muy verde aún, que ha surgido en estos dos meses de parón total, que necesitaba para no colapsar del todo.
He reflexionado mucho sobre el rumbo que tomó mi carrera literaria y el punto en el que estoy ahora, y he vuelto a mi porqué esencial. Un porqué que también puede ser el tuyo.
De acuerdo con todo lo que he aprendido en estos años, son tres las áreas esenciales en las que se sustenta una carrera literaria próspera:
- escribir
- mentalidad
- comunidad
Tres áreas dependientes entre sí que van al foco que nunca debes perder de vista. A fin de cuentas, lo que quieres es escribir y lectoras que te lean. El resto es la consecuencia.
- Lo esencial para cualquier escritora es escribir. Está dentro de nosotras, es una necesidad vital, algo a lo que no podemos resistirnos y que nos duele en el alma cuando nos falta. Y, sin embargo, cuando tienes hijos, un trabajo externo, etc., encontrar el tiempo para hacerlo requiere una dosis de motivación que no siempre tenemos a mano.
- Por eso la mentalidad va de la mano. Y no hablo de la típica frase de psicología de mercadillo tipo «Puedo hacer todo lo que me proponga», que imprimes y te pones frente al ordenador como si la verdad universal estuviera ahí encerrada. Eso no es verdad. No siempre puedes conseguir todo lo que te propones porque hay cosas que no dependen de ti por mucho esfuerzo y trabajo que le pongas. Lo siento. Intervienen otros factores, como el momento adecuado.
- Y el área de comunidad porque sin lectoras nada tiene sentido. Lo más difícil y desesperante con diferencia y que la mayoría de las veces te arrastra fuera de tu círculo esencial.
Área de escritura
Terminar tu novela y publicarla por el método que elijas es tu prioridad como escritora. No tener x seguidores, ni likes, ni visualizaciones, ni pepinillos en vinagre. Importa escribir.
Si escuchas a autoras de éxito hablar de sus carreras literarias, todas coinciden en una cosa: escriben, escriben y escriben.
Es cierto que se dedican solo a eso, pero ten cuenta que antes de ser escritoras profesionales tenían otros trabajos que debían compaginar con la escritura.
No se alcanza el objetivo dispersando tu energía, sino enfocándola en lo esencial: escribir.
¿Estás escribiendo? Si la respuesta es sí, genial, sigue así. Si tu respuesta es no, ¿por qué no lo haces? Y no me digas que es por falta de tiempo.
Muchas veces nos escudamos en eso cuando la realidad es que sentarnos a escribir nos exige un sacrificio que nos parece inasumible.
Te levantas temprano, arreglas a los niños para el cole, los llevas, te vas a trabajar, los recoges por la tarde, extraescolares, merienda, deberes, ducha, cena… Es lógico que estés hecha polvo después del trajín diario. No tienes ni cinco minutos para ti. Estás agotada mental y físicamente. No te apetece abrir el ordenador, solo quieres acostarte, ver un rato la tele y terminar el día.
Si encima le metemos las tareas de creación de comunidad, apaga y vámonos.
El tiempo es limitado y tenemos una vida con más o menos exigencias, por eso no queda más remedio que elegir, sacrificar otras cosas y darle prioridad a aquellas tareas que te acercan a tu sueño.
En otras ocasiones, las razones que nos bloquean son más profundas y tienen que ver con cuestiones internas.
Área de mentalidad
Dentro de la automatización de bienvenida a mi lista de suscripción, envío un formulario anónimo para saber tus intereses y preocupaciones y afinar el contenido que publico en el blog y redes.
Es sorprendente la cantidad de miedo a fracasar, inseguridad, soledad y falta de motivación que hay en las respuestas.
Y es que esta profesión es como un viaje en montaña rusa en la que nuestras emociones viven a flor de piel.
Las escritoras sufrimos cada personaje, cada diálogo, cada escena. Los pasamos por el filtro de nuestras vivencias y experiencias y les damos nuestra impronta personal.
Ese proceso requiere hurgar dentro de nosotras, de ahí que solamos ser más proclives a los vaivenes emocionales.
Saber manejar esos momentos de especial sensibilidad nos ahorra mucho sufrimiento innecesario. Un sufrimiento provocado por la malvada radiomente que no deja de lanzar mensajes del tipo «no sabes escribir», «nadie te va a leer», «deja de perder el tiempo y dedícate a otra cosa».
Se trata de ruido interno que puede llegar a ser paralizante y que te obliga incluso a dejar de escribir durante largas temporadas.
Área de comunidad
Sin lectoras nada tiene sentido, por eso una de las primeras cosas que debes plantearte es cómo vas a encontrarlas.
Es sin duda el aspecto que menos gusta porque implica salir de tu zona de confort.
Además, hay tanta información ahí fuera que es fácil que te estalle la cabeza y que te sientas perdida.
Marca personal, redes sociales o tener un blog son temas complejos y cuando te adentras en ellos, es cuando te preguntas si merece la pena todo el esfuerzo porque tú solo quieres escribir, no todo lo demás. Más si te lanzas a por todo sin estudiar primero dónde debes poner el foco para obtener el mayor beneficio con la mínima dedicación.
De nuevo, aparece el ruido que nos distrae y nos aleja de lo esencial porque tenemos la creencia que para ser visibles tenemos que estar en todas partes, y eso es imposible.
Primero cimenta, quédate con lo más simple y construye paso a paso los siguientes pisos de tu comunidad cada vez que tu crecimiento se estanque.
Si intentas abarcarlo todo, no estarás en ninguna parte, porque, como dice el refrán, cuando todo es importante, nada lo es.
Cuando existen tantos canales de comunicación con tus lectoras, es complicado elegir uno por miedo a equivocarte. Yo misma soy un ejemplo.
Tengo cuentas en Facebook, Twitter, Pinterest, LinkedIn e Instagram. Este blog y una newsletter. Además de un grupo de Telegram. Crear contenido de valor diferente para cada red, que enseñe, que inspire, que eduque, que entretenga y que encima esté alineado con tus necesidades, preocupaciones e intereses, es humanamente imposible. Yo no he podido, desde luego.
El secreto está en simplificar, en quedarte con lo esencial. He aprendido que para mantener la armonía como escritora es justo lo que hay que hacer.
Por si te lo preguntas, en mi caso, he decidido que sea el blog mi centro neurálgico.
Por eso creo que el concepto de escritora en armonía es tan necesario y por eso me encantaría que te unieras a mi lista para seguir profundizando juntas en ello. ¿Te vienes?