Una de las cosas que más me gustan de escribir es cómo documentar tu novela. En romántica, además, puedo abarcar todos los géneros sin salir de mi zona de confort. Teniendo como base y de tema central el amor, puedo adentrarme en la fantasía, el suspense, la historia, la ciencia ficción, etc. Cada temática tiene sus propias características y es imposible ser experto en cada una de ellas, por lo que la documentación es un paso muy importante a la hora de sentarse a escribir.
En uno de los primero artículos que publiqué en el blog conté como colaborador excepcional con Víktor Valles, que tuvo la amabilidad de escribir sobre el proceso de documentación y de las herramientas que tenemos a nuestro alcance. No voy a repetirme, hoy lo que quiero es acercarte ese proceso y que puedas vivir la creación de Desmontando a Carter desde ese punto de vista.
Particularmente, la investigación es una de mis partes favoritas; seguro que ya lo he dicho en alguna ocasión: se aprende muchísimo. Para otros puede llegar a ser algo tedioso e interminable. También es cierto que no es lo mismo estudiar sobre hechos actuales que sobre la historia de 1800 o incluso crear tu propio mundo de fantasía, donde hay mil variables que crear y tener en cuenta. La coherencia es fundamental en cualquier caso.
La mayoría de las veces el 90 % del trabajo no se ve reflejado en la novela. Desmontando a Carter tiene una fuerte trama económica. Su protagonista, Logan Carter, es un abogado especializado en derecho financiero, algo bastante alejado de mis conocimientos (para quien no lo sepa, soy licenciada en Biología, así que imagínate). Estuve todo un fin de semana documentándome sobre la caída de Lehman Brothers, las causas y las consecuencias en la economía global, lo que son los activos tóxicos y cómo se puede hacer malversación de fondos, el papel de los testaferros, dónde están los mejores paraísos fiscales… Todo ello para que las conversaciones «de trabajo» de Logan tuvieran veracidad y coherencia. Aunque es una parte fundamental de la trama principal (Logan quiere vengarse de un importante empresario), toda esa información solo se ve reflejada una mínima parte.
Por otro lado, Allyson es pintora así que lo primero que tuve que hacer fue decidir con qué tipo de técnica iba a expresar su arte y con qué tipo de materiales. Después investigar en qué escuelas podría haber estudiado, qué es una marchante de arte y cómo se trabaja en una galería.
A todo eso hay que sumar los escenarios. La novela está ambientada en San Francisco, ciudad que por desgracia no he visitado… todavía. Google Maps es la leche en bote, que queréis que os diga. Puedes pasear por las mismas calles que tus protagonistas, tomarte la cerveza en el mismo sitio o comer en el mismo parque. Aunque claro, luego están los pequeños detalles que le dan realismo a lo que estás contando, los pequeños lugares mágicos que no se pueden descubrir leyendo una guía de viajes, por lo que encontrar blogs decentes que expliquen qué puedes encontrar y dónde más allá de lo típico conlleva una cantidad de tiempo importante. La consecuencia es que puedes dar con lugares como el Golden Boy, una pizzería bastante hortera pero que me vino perfecta para que Logan y Ally tuvieran su primera cita «de verdad».
La pizzería estaba a rebosar, y Logan esperó su turno junto a los demás en silencio, abrumado por los recuerdos. Durante sus años de universidad, su grupo de amigos se daba cita allí con cierta asiduidad y, cuando empezó a salir con Elizabeth, aquel se convirtió en su refugio privado.
No dejaba de ser irónico que ahora que podía pagar una cena de Mina, su acompañante prefiriera los ruidos y el olor a mozzarella.
—No querrás probar otra pizza después de comer las de Peter —le aseguró desabrochándose la chaqueta y metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.
—He vivido en Florencia, Logan, dudo que estas pizzas sean mejores —replicó entre risas.
—¿Quieres apostar?
Allyson le sostuvo la mirada al percibir cierto tono chulesco y cruzó los brazos aceptando el desafío.
—No te imagino sentado ahí dentro comiendo pizza —comentó al cabo de unos minutos de silencio tenso.
—Antes solía venir mucho. Cuando estudiaba. Era barato y se comía bien.
Ella volvió a mirarle, repasándolo de arriba abajo con descaro mientras negaba con la cabeza y chasqueaba la lengua.
—¿Y cuándo te convertiste en un esnob?
Él arqueó las cejas y resopló, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro.
—Cuando te mueves en un mundo como el mío solo tienes dos opciones: ser el tiburón o ser la comida. Y yo nunca quise ser el almuerzo de nadie.
—Pero te habrás dejado muchas cosas en el camino.
—Todo requiere un sacrificio. ¿Tú no dejaste a tu familia para dedicarte a pintar?
—No es lo mismo —discutió—. Para mí pintar es algo vital, forma parte de mí, me hace feliz.
—Hablas como una romántica —dijo con sarcasmo.
Una de las cosas que identifican mis novelas (o al menos quiero creer que es así) es que las ciudades son como un personaje más. No solo se trata de describir el Golden Gate o la Transamerica Pyramid, sino también que el lector «vea» el barrio de Mission o Alamo Square.
Hasta detalles tan tontos como por ejemplo el tipo de coche que conduce Logan tuve que buscarlos. Todo esto solo es para una novela contemporánea donde la vestimenta, la forma de hablar, etc. se dan por sabidas. Imaginaos lo que se sufre para escribir una histórica, donde hay que cuidar hasta el más mínimo detalle.
Por cierto, si te ha picado la curiosidad, Logan conduce un Infinity G37 plateado.
¿Y tú? ¿Cómo documentas tu novela romántica?